Al pensar sobre la historiográfica del arte cubano de los últimos veinte años, es imprescindible contextualizarla en relación con el profundo impacto que significó la crisis económica de los 90 para el entramado sociocultural cubano. La masiva emigración generada por dicha crisis generó una fuga masiva e ininterrumpida de talentos sin precedente en todas las manifestaciones artísticas, que se reasentaron por todo el mundo. El vacío generado por dicha situación ha influido en la noción de que luego del conocido boom en las artes plásticas de los 80, o del auge de la llamada “Novísima Trova” desde fines de esa década, no ha pasado “nada importante” en el arte cubano.
Muchos de esos artistas estaban despuntando en sus carreras profesionales en el momento de emigrar, acción que en muchos casos ha silenciado el reconocimiento de sus carreras en la Isla, salvo raras excepciones. Asimismo, su condición de emigrantes les ha impuesto nuevos retos a la continuidad y divulgación de sus obras en los países de acogida. Sin embargo, varios han sabido sortear los retos de la emigración y han desarrollado sus carreras exitosamente. Uno de estos casos es el de Judith Sánchez Ruiz, brillante coreógrafa y bailarina cubana de danza contemporánea radicada en Nueva York desde 1999, con una carrera profesional consolidada y a la vez en constante búsqueda.
¿Cómo fue tu formación educacional y artística?
Judith Sánchez (JS): Mi vida artística comenzó desde edad temprana. A los nueve años obtuve una beca en la Escuela Nacional de Deportes, luego estudié ballet y más tarde danza en la Escuela Nacional de Arte (ENA) durante siete años. La ENA me dio una formación integral por su nivel de disciplina, rigor y profesionalismo. La convivencia de varias especialidades y escuelas de arte en un mismo espacio —teatro, música, artes plásticas, circo, y el Instituto Superior de Arte— fue crucial para mi formación artística. Tuvimos además muy buenos profesores de escolaridad y especialidad, como por ejemplo Lourdes Ulacia, a quien recuerdo como alguien especial. Cuando me gradué me ubicaron en Danza Nacional de Cuba, pero me incliné rápidamente por el trabajo de la compañía Danzabierta, de Marianela Boan, en donde trabajé durante cinco años como bailarina, y en los últimos dos años como profesora, y con la que viajé por gran parte de Latinoamérica. Fue una gran experiencia profesional y de mucho aprendizaje.
En 1994 me fui a Argentina con un contrato de profesora, donde impartí clases, presentaba mis coreografías, y hasta gané algunos premios en concursos de danza. Luego de casi un año regresé a Cuba y en la primera oportunidad que pude girar a Europa me fui a París. Allí me presenté a audiciones durante tres meses, conseguí la visa prácticamente llorando todos los días en el consulado de Francia en Madrid, con ayuda de muchos y con la fantasía de que París era la ciudad donde debía bailar. Deprimida y convencida de que tenía que crear, regresé a Cuba. Había aprendido una importante lección en Francia: el talento no lo es todo. Como emigrante, debes hablar otros idiomas, necesitas información y una visa de trabajo.
Luego conocí al innovador compositor de jazz Steve Coleman, que me sugirió si podía hacer una coreografía con su música para un concierto con músicos cubanos. Después del ensayo general, Coleman me preguntó si quería venir a Nueva York: “You have to come to New York…”, le escuché decir casi sin entender. Llegué a Nueva York en 1997, hice varios conciertos con Steve Coleman en el Knitting Factory. Fui invitada a jams de improvisaciones con Jennifer Monson y DD Dorvillier. David Zambrano me invitó al American Dance Festival, me brindó su casa en Hoboken (NJ) y me ayudó a buscar trabajo en Europa. Aún no sabía inglés y de la danza no podía vivir. La compañía Malpelo me contrató por dos años en Barcelona. En ese periodo encontré a una Europa hostil con la emigración. Mi necesidad de ejercitar todo lo aprendido y de crear me devolvió a Nueva York, donde vivo desde finales de 1999.
¿Cuál ha sido el impacto de la emigración en tu identidad como cubana, así como en tu carrera profesional?
JS: Cuba se convirtió después de muchas giras y viajes como el lugar de reposo —a pesar del caos de los 90—, porque allí tenía amigos, amantes, familia, casa, comida y trabajo. El extranjero era el lugar donde tenía que competir, aprender la lengua, adaptarme, negociar y sobrevivir. ¿Cómo manejar mi dinero?, ¿cómo buscar trabajo? Las más fuertes experiencias de vivir en el extranjero fueron cuando trabajé por primera vez en algo que no era danza. Fue casi un trauma. En Barcelona me encontré un fuerte racismo, tenía la residencia, contrato de trabajo, seguro médico y una compañía buena. Pero en Girona hasta los niños venían a tocarme la cabeza. De pronto era un acontecimiento ser yo. Fue imposible cuando quise rentar mi primer apartamento en Barcelona.
Por eso, cuando llegué a Nueva York estaba más preparada, había aprendido a sobrevivir. En NYC la gran mayoría de los bailarines pagan sus gastos trabajando además como babysiters, camareros, limpiando casa, y después del 2004 se puso de moda ser profesor de pilates, yoga y masajista. Cuando comencé con Trisha Brown Company (TBDC) en el 2006 sentí “el color de mi piel”. Experimenté prejuicios hacia mi persona basada en estereotipos y mi condición de emigrante en NYC, especialmente con los jóvenes, a pesar de haber sido recibida por Trisha y su staff con mucho cariño. Middle-class Americans no sabían qué idioma se hablaba en Cuba. Para entonces yo era no sólo una bailarina con experiencia notable, era madre también. Pronto obtuve la ciudadanía americana, que me facilitó girar extensivamente mientras estuve con esta compañía.
Siempre me he sentido universal. Como cualquier otro cubano, tengo signos fuertes de cubanidad, pero llevo muchos años viajando por todas partes, aprendí a ser yo, independientemente de la ciudad donde vivo. Nueva York le ha dado la bienvenida a mi trabajo y al nacimiento de mi hijo. Ninguna otra ciudad extranjera me dio este calor. Ha sido difícil mantener la creencia en lo que haces por encima de todo. Como es difícil hacer lo que amas y defenderlo. Pero dicen que el éxito está en la distancia en que te toma… Este proceso infinito está plagado de sacrificios.
¿Qué opinas del estado de la danza contemporánea en Cuba?
JS: Cuba cuenta con excelentes bailarines, bien entrenados, con gran capacidad de asimilación de estilos danzarios, increíble fuerza de voluntad y pasión por lo que hacen. Sin embargo, creo que existe una necesidad de desarrollar coreógrafos interesados en investigar y trabajar sobre lo que les ocurre, a partir de su propio desarrollo intelectual y espiritual. Creo que esta es una de las principales razones por las que los bailarines se van de las compañías. Hay pocas opciones de desarrollo de coreógrafos, y cuando las hay, son restringidas o limitadas a ciertos patrones de estética y sujeto, que no permiten una apertura fiel a buscar y desarrollar la creatividad en la danza en general, tanto en ballet como en danza moderna y contemporánea. A pesar del exitoso estreno de Danza Nacional de Cuba en NYC, en el Joyce Theater esta primavera, fue evidente que se necesitan nuevos coreógrafos cubanos. Los que tienen el poder de decisión tanto en el ballet como en la danza no se reciclan, llevan 40 años decidiendo sobre algo que ya no es ni de su entendimiento. La juventud tiene una visión y necesidad nueva y sólida, hay que darles el camino.
Curiosamente, no he vuelto a bailar en Cuba desde que me fui. Estaba tan entusiasmada de haber formado parte de TBDC que quería brindar esta información a bailarines cubanos y latinoamericanos. Trisha Brown estaba interesada en visitar Cuba y que pudiéramos bailar allí. Intenté dar clases en algún momento, pero no hubo mucho interés. Fui invitada por el Rockefeller Brothers Fund y Cuban Artist Fund a establecer un intercambio cultural en el 2009, también sin mucho éxito. Esa capa irrisoria de funcionamiento entre el artista, los dirigentes y las instituciones es impresionantemente utópica y decadente, en la que intervienen desde la política, la burocracia, el machismo hasta la historia de relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Tu obra, ya sea como coreógrafa o bailarina, ha recibido reconocimientos de diverso tipo internacionalmente, por parte de la crítica especializada y a través de premios y comisiones artísticas. ¿Qué caracteriza tu estilo estético dentro del mundo de la danza contemporánea?
JS: Mi trabajo investigativo se relaciona con la exploración del cuerpo en movimientos viscerales desde impulsos puros del instinto corporal. Persigo una coreografía que busca transformaciones radicales de cualidades de movimiento y texturas, en combinación con el cuerpo como arquitectura y formas de composición geométricas. Todo mi trabajo está generalmente estructurado usando la coreografía y la improvisación. Después de muchos años de entrenamiento en ballet y técnica moderna, sentí que necesitaba algo más, el virtuosismo técnico no me satisfacía espiritualmente en el escenario, mi alma necesitaba respirar. Entonces decidí aprender y desarrollarme en el mundo de la improvisación. Me concentré por años en esto y mantenía mi trabajo como bailarina en paralelo a la investigación como coreógrafa.
Es en Nueva York que encuentro coreógrafos independientes, y nuevas técnicas, como técnica de Contacto, de Release, en el trabajo de Trisha Brown, y la de Susan Klein. Mi encuentro con esta información, produjo una ruptura absoluta con mi experiencia anterior de la danza. Era demasiado rígida, demasiado bailarina; mi mente estaba en obligación con las demandas coreográficas. Aprender improvisación inundó todas mis capacidades creativas hacia una nueva manera de expresarme; me permitió dar una interpretación más pura con todo mi ser.
La improvisación me hace saber hacia dónde voy cuando bailo. La manera en que usas tu mente en una improvisación y la manera en que la usas en una coreografía común, cambia completamente. Cuando improviso estoy en el límite, es la espontaneidad de crear en el momento en coordinación con todo tu conocimiento, y con lo que ocurre adentro y afuera de tus sentidos. Dentro de una coreografía, el cuerpo funciona más mecánicamente, tu mente se activa para ejecutar algo inducido por ensayos y repeticiones una vez más enfrente de la audiencia.
La audiencia se acostumbró a lo predecible y limpio de la danza, a encontrar un material masticado fácil de ver. La audiencia perdió la tolerancia. Fui invitada en 2007 por el Whitney Museum a crear una obra site specific. El día del estreno aprendí que la audiencia necesita ser educada en lo que es la improvisación y la danza contemporánea. Cuando una danza está fresca y viva, la audiencia se identifica y lo recibe. Yo no hago danza literal o narrativa. Yo creo y bailo para hacer sentir a la audiencia, para transformarla, transportarla a mi mundo, llevarla de la mano.
Has trabajado con figuras y compañías icónicas de la danza contemporánea a nivel mundial, como David Zambrano y Trisha Brown, entre muchos otros. ¿Qué te aportaron esos encuentros?
JS: David Zambrano creó Flying Low y Passing Through, técnicas de movimiento imprescindibles en el desarrollo de un bailarín contemporáneo hoy en día. Él es uno de los artistas de más influencia en mi carrera a lo largo de estos años. Trisha Brown es un ícono de la danza postmoderna de los 60. Su trabajo es como una pintura movible, abstracta y sofisticada. La experiencia de trabajar en su compañía revolucionó y solidificó mi estilo como bailarina, reestructuró a la vez mi conocimiento como profesora y coreógrafa, y le brindó una vitalidad nueva a mi conciencia y perspectiva como artista en los Estados Unidos. Fue como un milagro, porque fui la primera mujer negra y latina en más de 30 años en esta compañía totalmente elitista. Fue un gran honor conocer a Trisha Brown, y bailar sus extraordinarios trabajos coreográficos. Trisha Brown es una de las mejores coreógrafas que jamás hayan existido en la historia de la danza. Yo sólo le aporté mi admiración y pasión por la danza.
¿Por qué la colaboración con músicos vanguardistas y experimentales en el mundo del jazz, a través de composiciones o performances en vivo, ha sido tan importante en tu obra?
JS: Aprendí mucho del jazz y su estructura, y pasé muchos años rodeada de músicos y compositores cubanos de gran talento. Todo esto se quedó dentro de mí y está en mi coreografía y movimiento. Henry Threadgill y Steve Coleman fueron los compositores americanos más importantes que me pidieron trabajar con ellos. La música en vivo forma parte de muchas de mi site specific performance, las que he realizado en lugares como el MoMA, Whitney Museum y el Guggenheim, entre otros.
¿Hay algo que quieras decir o agregar?
JS: Cuba. Haber nacido en Cuba fue algunas veces fácil y otras caótico y frustrante. La limitante de no poder salir de Cuba me dio la oportunidad de desarrollar mi voluntad por lo que amo hacer, me dio la fuerza de alcanzar mi sueño, y el valor de pensar por mi misma. Yo deseo una Cuba feliz, se ha sufrido demasiado, se ha perdido demasiado. Yo deseo que haya un porvenir con esperanzas concretas para todos. Un país en que todos puedan hacer lo que les parezca, y vivir donde quieran vivir, y sobre todo, creer o no creer en la política si así lo desean. Los cubanos en general seríamos mucho más felices a pesar de nuestros dramas usuales, si nos uniéramos y ayudáramos más, y recobráramos los valores que hemos perdido y que nos han sumido cada vez más en la vulgaridad, decadencia e inflexibilidad, aun viviendo en otros países.
Mi Cuba, cómo te he olvidado en la sobrevivencia, olvidé tu cielo y tu sonrisa, olvidé tu mar y la espuma de tu orilla, olvidé los nombres de la calles, el sabor casual de una comida del vecino; olvidé que me olvidasteis y me sentisteis desertora; olvidé que ya no me miras igual porque decidí vivir lejos de ti… Ahora no soy ni tuya ni soy de aquí, me impuse ser del universo, y no sabía que el universo escoge sus colores preferidos, el mundo tiene reglas, estas cosas tan viejas fueron escritas y suceden igualmente en cada país que vivas. Los hombres son hombres de modismos y hábitos, no hay chance para los arbitrarios, o debes convertirte en héroe, en sabio, en galardonado, o en rico. ¿Cómo estar en el mundo sin país ni ciudad? A pesar de todo, sintiendo un corazón gigante dentro de ti. Madre, hija y mujer.
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