Auténtico, visceral, corrosivo, polémico e iconoclasta Pedro Juan Gutiérrez es uno de los escritores cubanos más editados y leídos internacionalmente. Aunque nació en Matanzas en 1950, el capitalino municipio de Centro Habana lo acogió y vio nacer su obra. Él, a su manera, lo reverencia y enaltece; lo convirtió en un personaje, más allá de servir de escenario a sus historias.
En sus libros copulan lo escatológico, 
el sudor, el alcohol, la ironía, la mugre, el hambre, la prostitución y 
por supuesto el sexo con la compasión, la ternura, la pasión, la risa, 
le melodía, el delirio y la esperanza. Se autodefine como un escritor 
normal, o que está tratando de buscar lo que hay detrás de la oscuridad 
de cada persona. Lo cierto es que sus libros son el reflejo de su gente,
 de sus amigos, de sus amores, de sus nostalgias de las que al parecer, 
se siente acosado e intenta exorcizar a golpe de frases.
A su terraza, sembrada en una azotea frente al Malecón con una embriagadora vista al horizonte y al Morro, llegó OnCuba una tarde, para apreciar la puesta de sol que ya había visto entre las páginas del reconocido escritor:
Cuando leyó Desayuno en Tiffany, de Truman Capote a los dieciséis años decidió que un día escribiría de forma similar. ¿Qué fue lo que más le sedujo en aquel entonces del mundo de la literatura?
Un escritor es ante todo, un gran 
lector; ese concepto es fundamental y nos pasa a todos los que 
escribimos. Leí muchísimo desde que era muy niño. Comencé con los 
muñequitos de Superman, el Pato Donald y la pequeña Lulú, lo que luego 
se llamó comics  que eran muy baratos y había toneladas. Eran el mayor 
entretenimiento de los niños de mi generación. Eran otros años y otro 
tipo de vida. De ahí pasé a leer periódicos, revistas y libros, que son 
los diferentes grados de lectura. En Matanzas, donde nací, hay dos 
grandes bibliotecas donde podía encontrar de todo. Entonces tenía 16 
cuando me quedé fascinado con Desayuno en Tiffany. Ya me había 
leído varios autores y ese libro me pareció que no era literatura, que 
estaba escrito como un chisme, con una naturalidad extraordinaria. Me 
dije que si algún día me convertía en escritor quería escribir así.
¿Y lo qué más le seduce hoy?
Hoy tengo diecisiete libros publicados, 
diez de prosa y siete de poesía. He dicho mucho de lo que quería decir y
 estoy quedándome casi silencioso. Últimamente escribo muy poco, más 
poesía que funciona de otra manera. Releo los clásicos, nuevos autores 
prácticamente ninguno. Tampoco me gusta releer mi propia obra, no me 
interesa volver atrás. Estoy en un punto de escribir poesía poco a poco,
 una poesía reflexiva y filosófica.
 ¿Qué obsesiones le dominan al enfrentarse a la hoja en blanco?
Lo más difícil es comprender que hay 
detrás de la acción de las personas. Alguien actúa de una manera 
determinada pero detrás de esa persona está lo que la lleva a actuar así
 y de eso  trata la literatura. Siempre hay que tratar de ir más allá de
 la superficie, de profundizar más allá, lo que lleva mucho tiempo. Por 
ejemplo, ahora estoy empezado a escribir una novela sobre lo que me 
sucedió en México en 1990. Hace 24 años viví cosas muy hermosas, 
furiosas y tremendas. En esa ocasión estuve cuarenta y cinco días en ese
 país. Tenía seis mil dólares en el bolsillo y me creía en aquel 
entonces que era mucho dinero. Me fui a recorrer todo México, fui hasta 
Tijuana y luego regresé. Ese mes y medio me rindió como si fuera un año 
por lo apretado de las vivencias y las múltiples personas que conocí. A 
mí me ha tomado todo este tiempo comprender más o menos lo que realmente
 pasó en aquella época y estoy comenzando a escribir esa novela que va 
fluyendo bien, pero he necesitado todo ese tiempo de trabajo 
subconsciente para escribirla.
¿Cuál es su relación con la etiqueta de realismo sucio que le han endosado a su obra?
No tengo nada de sucio, soy simplemente 
realista. Como sabes esa es una etiqueta que le pusieron los críticos. 
La crearon en los ochenta los norteamericanos para definir a un grupo de
 escritores como Raymond Carver, Richard Ford, entre otros que hacían 
determinado tipo de realismo. Esto posteriormente llegó a España y a 
otros lugares y se le fue endosando a todos los escritores que creían la
 merecían por escribir sobre cosas un tanto obscenas. Cuando en la 
española editorial Anagrama publicaron Trilogía… le pusieron esta
 etiqueta, muy comercial, lo que repitieron los periodistas sin 
profundizar, quizá por falta de tiempo. Creo que no hay realidad ni 
sucia ni limpia, simplemente realidad.
Entonces, es usted un cronista de su tiempo, como diría Carpentier
Soy un cronista de mi tiempo y de mi espacio.
De sus diecisiete títulos 
Trilogía sucia de La Habana es el más conocido, se ha publicado en más 
de veinte países y traducido a dieciocho idiomas, ¿qué significa para 
usted este libro?
Es un libro con el que yo sufrí mucho. 
Estuve tres años trabajando en él y sufriéndolo casi todo el tiempo 
borracho en esta terraza. Fue concebido en una etapa muy dura de mi 
vida, de cambios muy bruscos y violentos. Como toda mi generación me 
había dedicado mucho a un proyecto político que se me desmoronaba. Mi 
matrimonio se estaba destruyendo y me tuve que separar de mis hijos 
pequeños. Todo estaba naufragando, mi proyecto de vida tanto social como
 personal se desmoronaba y a mí, quizá para no suicidarme o estar 
llorando el día entero y cogerme lástima, me dio por el alcohol, las 
mujeres, la locura y el desespero. A otros de mi generación les dio por 
la religión, a otros les dio por irse para Miami. A mí nunca me ha 
gustado dar la espalda, me pareció que escapar de la realidad cubana en 
aquellos momentos era un acto de cobardía, tengo ese concepto, aunque 
también respeto al que se va porque cada cual hace lo que le da la gana 
en determinado momento con su vida. Entonces tomé ese rumbo y un poco 
como venganza comencé a escribir esos cuentos muy duros y agresivos. No 
me arrepiento de haberlos escrito sino todo lo contario pues conforman 
mi obra más querida, mi creación que salvaría si me obligaran a elegir. 
Hoy día los utilizan en muchas universidades sobre todo de Estados 
Unidos y lo tienen de referente. Está entre los Mil y un libro que usted debe de leer antes de morir,
 la famosa lista en que solo estamos cuatro cubanos, cada uno con un 
libro: Alejo Carpentier, José Lezama Lima  y Guillermo Cabrera Infante.
¿Cuál otro libro salvaría?
Rayuela, de Julio Cortázar.
Virgilio Piñera en su cuento Un jesuita de la literatura expresa que un escritor es un hombre aparte. ¿Comparte esta afirmación?
Virgilio fue un hombre que sufrió 
muchísimo por todo. Sí, estoy de acuerdo porque el escritor es un hombre
 aparte porque piensa demasiado y comprende demasiado la realidad.
¿Cuál es su visión de la actual literatura cubana, un día como hoy en que se celebra otra Feria Internacional del Libro?
Hay dos realidades, por un lado hay 
algunos escritores con propuestas muy interesantes, tanto dentro como 
fuera de la Isla que están escribiendo cosas muy buenas, aunque 
paradójicamente sus libros no se encuentran en las librerías. Por 
ejemplo de Leonardo Padura se hacen  mil o dos mil ejemplares que 
desaparecen en nada. Por otro lado llegas a la librería y encuentras 
miles de libros que están para reciclarlos y convertirlos en papel 
sanitario. Es absurda la cantidad de volúmenes que nadie compra. En Cuba
 hay un buen nivel de lectura, se lee tanto como en México y Argentina, 
donde hay un gran número de lectores. Nuestro gusto literario está 
conformado por años de muchísima literatura y te encuentras con esta 
realidad extravagante  sobre lo que se publica que es bastante compleja y
 contradictoria.
A partir de la publicación de cinco de sus libros en Cuba ¿considera qué existe una suerte de apertura literaria en el país?
Creo que sí. Ahora hay funcionarios del mundo editorial que son más jóvenes, que tiene mentes más abiertas. Cuando publiqué Trilogía…
 en octubre de 1998 en Barcelona, y regresé a Cuba en enero de 1999, lo 
que hicieron fue botarme de la revista Bohemia donde trabajaba. Me 
echaron a la calle sin más, sin ninguna explicación porque jamás me 
comunicaron que fue lo tan malo que hice. Hoy día eso no sucede, hace 
unos días Zuleika Romay la presidenta del Instituto Cubano del Libro me 
recibió y estuvimos hablando más de una hora en su oficina y me 
preguntó, ¿qué es lo que ha pasado contigo? porque no entendía todo lo 
que sucedió con mi obra y la censura a la que me destinaron. Eso me dio 
la tónica de lo que está pasando. También hay otro momento político y 
social en el país, por lo que creo que estamos un poco mejor al 
respecto.
Toda obra literaria se nutre de las experiencias de su autor, ¿hasta qué punto se considera un escritor intimista? 
Eso les pasa a todos los escritores, 
pero no todos lo admiten, quizá para no buscarse problemas pero yo lo 
reconozco tranquilamente. Declaro que todo lo que me pasa, la gente que 
conozco, sus situaciones y circunstancias las plasmo en mis libros. Uno 
no puede inventar nada, lo más que puede hacer es echarle un poco de 
salsita para disfrazar la situación, variar algo y cambiar nombres.
¿Cuánto le debe el Pedro Juan escritor al periodista que fue durante veintiséis años?
El periodismo me ha dado una disciplina 
para trabajar. El escritor no puede vivir así como le da la gana 
escribiendo cuando quiere. Hay que levantarse temprano a escribir, para 
cuando baje la musa lo encuentre trabajando. También la investigación y 
la observación, tomar notas, apuntes en una libreta, eso viene del 
periodismo. Lo otro  que me aportó es la forma de manejar el idioma de 
tal manera que no se convierta, lo que escribo, en un carnaval de 
palabras tontas sin sentido.
¿Qué significa vivir en Centro Habana, La Habana, Cuba y escribir aquí mirando de un lado al mar y del otro un derrumbe?
Llevo casi treinta años viviendo en 
Centro Habana. Me ha llamado mucho la atención cuando alguna persona que
 vive en el Vedado o Miramar lee mis libros y luego me dice que  pensaba
 que yo estaba exagerando la realidad. Pero que de pasada por Centro 
Habana, ha visto estas cosas y se da cuenta de que no exagero. Yo no 
aumento nada, tengo que reducir la realidad del contexto para hacerla 
creíble, bajarle el tono porque su entorno y circunstancias son 
exageradas de por sí. También es un riesgo porque cuando la gente 
empieza a leer tus libros te buscas problemas porque se sienten 
identificados. Tienes que estar pidiendo disculpas o mintiendo para no 
herir sensibilidades.
¿Cómo se sintió cuando no le publicaron en Cuba su primer libro y fue víctima de la censura?
Presenté varios de mis libros de cuento y de poesía a concursos y nunca ganaba nada. Cuando terminé Trilogía…,
 que no se llamaba aún así, estuvieron unas representantes de la 
Editorial Oriente que se lo llevaron. Lo leyeron y se asustaron tanto 
que no me respondieron, fue muy desagradable. Entonces un amigo viajó a 
Santiago de Cuba y me lo recogió. El libro se fue encaminando solo, 
primero por Francia mediante un jurado que vino al Premio Casa de las 
Américas y se lo llevó. De Francia se lo llevaron a España y se publicó 
por azar. Me llamaron un día de la editorial Anagrama y me dijeron que 
me lo iba a publicar pero que buscara un título que los incluyera a los 
tres, entonces le di este y me colgaron el teléfono complacidos. Una vez
 publicado el volumen viajé a España a promocionar el libro y al regreso
 me echaron del periodismo. En la UNEAC por suerte me encontré con 
grandes amigos que no me expulsaron y me dijeron que lo tomara desde el 
lado positivo, que ahora tenía más tiempo para hacer mi obra. Al otro 
año salió El rey de La Habana y así sucesivamente. Al cabo de 
cinco años vieron que yo no me iba del país, que yo entraba y salía 
cuando quería y se fueron relajando conmigo y me publicaron Melancolía de los leones, que es un libro muy inocente. Luego Letras cubanas me publicó Animal tropical. Luego salieron Nuestro GG en La Habana, Rey de La Habana y Carne de perro, los más tranquilitos. Ahora se está preparando El insaciable hombre araña. De El rey de La Habana se hizo una tiradita muy pequeña en Estados Unidos.
Donde quiera que uno publique un libro 
conflictivo que ahonde en los conflictos de la sociedad existe 
inmediatamente la censura porque los editores cogen miedo. En España 
dicen que les parece demasiado sexo. Me acaban de invitar a una 
conferencia en Vigo, para que hablara de cualquier cosa excepto el sexo.
 Estuve a punto de contestarle mal a la señora que llamó por tamaño 
absurdo. Por supuesto que no acepté. Creo que la censura está implícita 
en lo humano, la gente coge miedo de que vayas a hablar demasiado y se 
complique todo. Aquí en Cuba ha funcionado así durante muchísimos años 
como sabes.
Mi amigo Enrique Pineda Barnet hizo La bella del Alhambra
 luego de que el ICAIC le había rechazado tres guiones. Él siempre ha 
tenido mucha censura arriba al igual que yo. En mis años de periodista 
me la pasaba fajado con mis directores. Por ejemplo, sobre el suicidio 
no se podía hablar en los medios cubanos, “en Cuba somos heroicos y en 
Cuba nadie se suicida”, el primero que escribió sobre el tema en nuestra
 prensa fui yo, lo que me costó más de un año dándole vueltas hasta que 
al fin logré materializarlo. Averigüé que era una de las diez 
principales causas de muerte en el país, era la sexta y por tanto había 
un programa nacional para la prevención del suicidio. Entonces hablé con
 el médico encargado del tema en el Ministerio de Salud Pública. Muy 
contento me dio toda la información y no sabía que el tema era un tabú, 
estaba prohibido, “los cubanos somos felices aquí”. Fui a hablar con la 
directora de la revista y le dije que íbamos a hacer un reportaje 
pedagógico sobre cómo evitar el suicidio, así con ese enfoque fue como 
logré convencerla. Rolando Pujol me hizo unas fotos muy morbosas que 
nunca me publicaron, lo sacaron con unas instantáneas más neutrales. 
Logré publicar un trabajo en Bohemia muy profundo, con estadísticas y 
todo, lo que sirvió de ejemplo para varios colegas. Eso es muy difícil 
para los periodistas, violar la censura. Una de las funciones 
principales de los periodistas y escritores es correr un poquito cada 
día más lo que yo le llamo la frontera del silencio, en todos las 
sociedades existe una frontera del silencio, nosotros tenemos que correr
 a diario un centímetro, hablar cada vez más de esas zonas oscuras. Los 
lectores lo agradecen mucho porque los ayuda a pensar y reflexionar.
¿Cómo va el proyecto del cineasta español Agustí Villaronga de filmar su libro El rey de La Habana?
Ya está terminado el guión, excelente 
adaptación de Villaronga. La producción y la pre filmación avanzan. Ya 
están las locaciones y el casting en el que seleccionaron a actores muy 
jóvenes, ninguno conocido. Se supone que el rodaje comience a mediados 
de este año, aún faltan algunos permisos que los productores están 
consiguiendo. Me place mucho que sea este libro el elegido para una 
película, porque es una novela muy entrañable que me costó mucho 
gestarla.
Háblenos de Diálogo con mi sombra, sobre el oficio de escritor, su más reciente libro.
Todos mis libros están colgados en www.amazon.es.
 Tienen una página dedicada a mí en la que se pueden adquirir todos, la 
versión online y en papel que te lo envían por correo postal, este 
último solo salió de forma digital. La editorial Unión lo tienen en su 
plan de publicación, puede ser que en un par de años la tengamos por 
acá, sabes que esos planes se demoran, pero ya está en cola por lo que 
hay que tener paciencia, aunque lo agradezco de corazón. Es un diálogo 
entre el Pedro Juan personaje y el Pedro Juan escritor, uno va 
preguntando y el otro contesta, creo que es muy interesante y puede 
gustarle al público.
Ha recorrido medio mundo donde es respetado y valorado por su obra  ¿por qué siempre regresa a Cuba?
Simplemente porque a pesar de los pesares aquí soy muy feliz.

 
No comments:
Post a Comment